Toltequidad 3a. Parte

Mil disculpas a todos porque me fui de vacaciones y no entre a la red para nada, así que aquí estoy de nuevo de regreso iniciando nuevos proyectos y continuando con lo que poco a poco he estado mostrando a ustedes, la TOLTEQUIDAD.
Aunque hoy en día la espiral de los tiempos nos ha apartado en gran medida del ritmo y los ciclos marcados por el Tonalamatl (Códice de los días y los destinos) que comprende un periodo de 260 días dividido en veinte grupos de trece días cada uno, su ciclo interno, subjetivo, espiritual, permanece vigente en nosotros porque en realidad es permanente y atemporal.
Sin embargo el nuevo esfuerzo de sincronización está en marcha y así como el paso zenital de las Pléyades por el meridiano de Mécshico-Tenochtitlan cada cincuenta y dos años marca el término de un ciclo y el comienzo de otro, siempre sucederá que mientras un solo guerrero sobreviva, la celebración del Fuego Nuevo prevalecerá como símbolo de renovación física y espiritual.
Cuando llega el momento el guerrero se prepara precisa, minuciosamente, sin dejar un sólo detalle al azar. Se atavía con todos los elementos ceremoniales que con el tiempo ha ido aprendiendo a identificar y comprender adecuadamente, desde los puntos en las articulaciones de su cuerpo hasta la manera de usar sus plumas (ihuitl), sus cascabeles (ayoyotes) y su macana (macuahuitl)...
Cuando ejecuta su lucha lo hace con totalidad, con el cuerpo y el espíritu, convirtiéndose en verdadero hombre y verdadero espíritu, es canal y mensajero, es Sacerdote y es Chaman Cada guerra florida tiene un espíritu propio, evocar e invocar al espíritu en la guerra significa abrirnos al sonido, al movimiento, a las enseñanzas y la sabiduría de nuestros antepasados.
Pero solamente poco a poco, “con grande amor y con gran paciencia” como dice uno de los cánticos, tras innumerables esfuerzos y pruebas, la guerra florida nos va revelando sus maravillas y secretos, sus significados y su mensaje.
Una guerra florida viene siempre precedida de una gran ceremonia de velación, en la que, a lo largo de una noche el guerrero prepara su mente y espíritu, por medio de cánticos, “entre músicas y flores” como dice otra de las alabanzas, se invoca el espíritu de las almas liberadas de los cuatro rumbos y de los antepasados sabios, para revivir la comunión espiritual que limpia, revivifica y renueva.
Las velaciones son una verdadera fiesta en la que la tribu, celebra esta antiquísima “costumbre” de todos los pueblos indígenas. Se ofrendan luces y flores mediante determinadas formas rituales. Al amanecer “Dar las Mañanitas” significa saludar la Luz del Amanecer y revivir la victoria en la batalla de la Luz sobre la oscuridad.
Ser un guerrero no es un camino para el beneficio personal, ni para volverse más fuertes o superiores. Es una ofrenda, un sacrificio, una manera de vivir que nace desde dentro del ser, un camino con corazón, para obtener un rostro verdadero, pleno de sabiduría y marcado por una gran disciplina.