El Superhombre según Nietze o según los Toltecas
TEPOZTLAN:
EL HOMBRE EXISTE SOLO PARA QUE EXISTA EL SUPER HOMBRE.
Pocos caminos permiten llegar a Tepoztlán. Al pueblo lo rodea un círculo natural de piedras mezcladas con ceniza volcánica que lo hacen casi infranqueable; en sus laderas se ven formaciones de rocas con curiosa fisonomía y profundos barrancos. Situado a una altura de 1790 metros sobre el nivel del mar, en época de lluvias una exuberante vegetación envuelve a la pequeña aldea; durante la sequía, el verde es cubierto por un manto amarillo dibujado con flores de colores. A sólo 86 kilómetros de Ciudad de México, y a 16 kilómetros de Cuernavaca, en el Estado de Morelos se encuentra esta aldea fuera del tiempo, incrustada en las alturas centrales de Mesoamérica esconde su belleza, protegida por indescifrados guardianes tallados en sus montañas de piedra trabajada de tradiciones y leyendas. Tepoztlán es única: en su valle se sitúa la cuna del héroe Tepoztecatl, hijo de Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl, la serpiente emplumada.En 1983 fue mi primera visita a Tepoztlán, invitado por una editorial a presentar un libro de la escritora chilena Eugenia Echeverría; mi segunda visita a Tepoztlán fue de la mano de Morena Monteforte, inmortalizada su historia en la novela “En Donde Acaban los Caminos”, de su padre el destacado escritor guatemalteco Mario Monteforte Toledo, quien luego de ser exiliado de su natal Guatemala, y después de vagar por países europeos, con su familia eligió México para vivir: Morena, con su bagaje Maya a cuestas se adaptó de inmediato al mundo mágico tepozteco. Entonces comienza la aventura:“Llegamos a su casa con el fotógrafo del staff de VOGUE que me acompaña, Max Clemente, y junto con la caída del sol de la mano de Morena hicimos lo que veníamos a hacer: una visita al Hermano Pedro, sabio nacido y criado en Tepoztlán que tiene la virtud de conocer los secretos de las piedras, las flores “limpiadoras” y su aplicación en el hombre. Le llevamos como ofrenda una veladora blanca, azúcar, harina y un kilo de huevos, que aquí en todo México se venden por peso y no por unidad como en el resto de América.Nos recibe con gran amabilidad y nos ofrece entrar a su humilde morada, una casa de madera con piso de tierra cubierto con petates y una espléndida alfombra tejida con hilos vegetales de colores claros, especialmente tonos amarillos, verdes y blancos. Todo muy ordenado. Llama mi atención que el pequeño hijo de Morena, Demián, apenas llegamos se instala muy cómodo en un petate y duerme hasta el final del rito que me acercó al mundo ancestral de Tepoztlán.Luego de una ceremonia singular el Hermano Pedro coloca un trozo de jade verde casi negro con forma de corazón en el centro de mi cabeza, exactamente en nuestro círculo de agua, “que es un centro energético por el cual nos comunicamos con lo alto. Ahora te vas a comunicar con la Tierra” -dijo. Siempre debo estar de pie, unas tres horas, que transcurren en un instante, mientras el sabio prepara flores y a ratos con un manojo de ellas frota todo mi cuerpo, siempre vestido pero con mis pies descalzos; distingo geranios blancos y siemprevivas amarillas. Luego quema esas flores en el comal del cual brota una suave línea azul de humo del copal que ha agregado. Morena me explica que las flores las elige por su función y colores. El Hermano Pedro, a medida que va seleccionando sus manojos va recitando una letanía, como hablando con las flores; rara vez habla con nosotros aunque se expresa perfectamente en español, pero su canto es en lengua nahua. Todo transcurre en perfecta armonía. Nadie más acompaña al sabio, quien nos dice: “Esta casa es un templo, porque la tierra entera es un templo. Los templos no son solamente para recitar plegarias y hacer limpias. Su ubicación indica puntos de unión para los cuatro elementos y para las fuerzas de la tierra y el cielo. Son útiles para devolver al hombre común el equilibrio físico, pero existen primordialmente para devolver, al que pretende un camino espiritual, la salud sicológica: la unión en él de las cuatro conciencias, la desaparición de la personalidad, el nacimiento del YO, UNO, la semilla del superhombre que se siembra en nuestros bosques sagrados”. continuará...